Arte en peligro

Descubren por qué el brillo de El Grito de Munch se desvanece

El Grito

El Grito

Crédito: Museo Munch

Entre 1893 y 1910, Edvard Munch pintó cuatro versiones de El grito. Sus formas redondeadas y el contraste de sus colores la han convertido en un icono, pero esos colores se desvanecen delante de nuestros ojos, literalmente. Los tonos amarillentos de la obra del pintor noruego se están volviendo blancos, al menos los de la versión conservada en el Museo Munch de Oslo (la que realizó en 1910). Pero tal vez ahora los expertos hayan dado con la explicación y puedan ponerle remedio.

Desde 2012, un equipo internacional de científicos ha analizado los colores de este lienzo y ahora acaba de publicar sus conclusiones en la revista científica Science Advances. Curiosamente, la causa de esta degradación sería la misma que proporcionó al cuadro los tonos que ahora se están perdiendo, el tipo de pintura. Munch utilizó los novedosos pigmentos sintéticos de la época, intensos y brillantes pero inestables, que se degradan en contacto con los factores ambientales.

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Controlar la humedad, la clave

El exhaustivo análisis del cuadro ha revelado el desprendimiento de escamas y una evidente decoloración en las zonas que originalmente eran de un amarillo brillante (el cielo, el cuello de la figura central y el lago). Gracias a los análisis del material y de los tubos de pintura usados por Munch y conservados por el museo, los investigadores descubrieron que esos pigmentos tenían un alto contenido de compuestos de cadmio. Tras envejecer artificialmente mezclas similares comprobaron que el principal potenciador de su oxidación era la humedad, muy por encima de la luz (fotodegradación). Este proceso provoca que el color original vaya palideciendo con el paso del tiempo.

La humedad potencia la oxidación de los pigmentos usados por Munch y provoca que los tonos amarillos brillantes originales se vuelvan blancos.

Así para conservar esta delicada obra, más que modificar sus condiciones de luminosidad, la clave, según los expertos, estaría en rebajar todavía más el grado de humedad de la sala en la que se exhiba. Esto podría comportar actuaciones no deseadas por los amantes del arte, ya que habría que imponer al cuadro un "distanciamiento social", aislarlo físicamente de los visitantes del museo, que con su sola respiración contribuyen a degradarlo.

 Las flechas muestran el punto de recolección de muestras de pintura amarilla de cadmio degradada.

Las flechas muestran el punto de recolección de muestras de pintura amarilla de cadmio degradada.

Crédito: Irina Crina Anca Sandu y Eva Storevik Tveit, Museo Munch

Colores sintéticos y reacciones químicas

Los avances tecnológicos de la Revolución Industrial permitieron obtener pigmentos sintéticos que los artistas de finales del siglo XIX e inicios del XX mezclaban en sus paletas para dar a sus obras un brillo desconocido hasta entonces. En contrapartida, nadie conocía las reacciones químicas que provocarían las mezclas que hacían los pintores para obtener esos colores, que los vuelven muy sensibles al ambiente.

El fenómeno de la degradación de los colores ya se había observado en obra de artistas contemporáneos a Munch como Matisse o Van Gogh. En el caso de este último, algunos de sus amarillos cromados tienden a volverse marrones, y otros púrpura se vuelven azulados. El propio pintor holandés ya se dio cuenta de que esas pinturas eran inestables y en una carta a su hermano Theo ya previó que "el tiempo los suavizará demasiado".

Regresión virtual

Se calcula que una de cada cinco obras en las que se usó amarillo de cadmio entre 1880 y 1920 experimenta un proceso similar al que sufre El grito. Como no se puede volver a repintar todas estas obras, la idea, expresada por el profesor de Química de la Universidad de Amberes al New York Times, sería "invertir el tiempo de una manera digital", es decir, recuperar los colores originales de forma virtual.

En este sentido, el museo Van Gogh de Amsterdam ha intentado recrear los colores originales de Los girasoles que cuelgan de sus paredes después de un largo y concienzudo periodo de estudio y restauración, muy similar al que se ha llevado a cabo con la obra de Munch.

Los Girasoles del Museo Van Gogh de Amsterdam (izquierda) y la recreación de los colores originales hecha por los especialistas.

Los Girasoles del Museo Van Gogh de Amsterdam (izquierda) y la recreación de los colores originales hecha por los especialistas.

Crédito Van Gogh Foundation / Van Gogh's Museum

Cuatro "gritos" y varios robos

De las cuatro versiones que existen de el grito dos de ellas son óleos, el original (realizado en 1893), expuesto en la Galería Nacional de Oslo, y el de 1910. También existen dos versiones en pastel, de 1893 y 1895. Los dos óleos han sufrido espectaculares robos en el pasado, aunque han podido ser recuperados. El cuadro original fue robado en 1994 y recuperado tres meses más tarde.

La versión del Museo Munch corrió peor suerte. En 2004, fue robada a punta de pistola y permaneció dos años desaparecida hasta que la policía dio con ella. La obra había sufrido daños irreparables por la gran humedad existente en su escondite. A partir del momento de su recuperación, la obra apenas ha sido expuesta. Los conservadores del museo, conscientes de su delicado estado han querido preservarla de cualquier posible daño, pero tal vez ahora también ella pueda tener su propia nueva normalidad.

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